martes, 27 de enero de 2009

LITERATURA EN EL SENO DE LA MUERTE


En cinco meses más -precisamente el 17 de Julio- se recordarán los 70 años del comienzo de las acciones bélicas en España, hecho infame que pasó a la historia como Guerra Civil Española; toda guerra, ya sea limitada o generalizada es infame y miserable, sobre todo porque es inevitable que en cada una de ellas haya intereses político-económicos y en medio de la demencia los civiles muriendo a manos llenas. Pero en el caso de España tal vez se potencien esos adjetivos que usé porque se trató de una guerra fraticida. Dentro de este marco, es para resaltar la cantidad de combatientes que procedentes del exterior se sumaron a esta guerra fundamentalmente para luchar a favor del bando republicano y algunos pequeños grupos que lo hicieron para las tropas nacionales de Franco.
Se dice que es la guerra sobre la que más se ha escrito una vez terminadas las acciones bélicas y es probable que así sea, se trató de la primera guerra de proporciones dentro de un mismo país -los muertos son estimados entre 850.000 y 1.000.000-, la participación -ya señalada- de voluntarios extranjeros, el choque de dos ideologías -casi emergentes- probando sus fuerzas, y en algunos casos, casi como campo de experimentación de la fuerza aérea nazi, basta saber de su actuación en el bombardeo al pequeño pueblo vasco de Guernica.
Esta introducción es en realidad para dirigirme hacia un punto dentro de la guerra que siempre me llamó la atención: la producción de poesía, novela y teatro en el mismo seno de la muerte.
Quien más quien menos sabe del asesinato inútil de Federico García Lorca, o de la reclusión hasta dejarlo morir en su celda de Miguel Hernández ( a mi juicio uno de los más grandes poetas de España). Al producirse el estallido muchos intelectuales de prestigio testimoniaron su apoyo a la causa republicana entre ellos: Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Juan Ramón Jiménez y Teófilo Hernando.
Por otro lado, en territorio rebelde algunos de los que dieron su adhesión fueron: el poeta y dramaturgo José María Pemán, Manuel Machado, y jóvenes falangistas como Luis Rosales, Sánchez Mazas, Ridruejo y como primera figura intelectual Eugenio D´Ors.
Hubo una acción cultural en el bando republicano como las Alianzas de Intelectuales con organismos como: Cultura Popular ,Guerrillas del Teatro, La Barraca, Altavoz del Frente y otras. Hubo bibliotecas, enseñanza en los frentes y la edición de periódicos en cada unidad importante, toda esta actividad cultural terminó siendo una función auxiliar del ejército regular de la República.
El caso de Don Miguel de Unamuno siguió una trayectoria opuesta a la de Ortega y Gasset. De hecho Unamuno no comulgaba con las ideas de la República -había sido destituído como rector de la Universidad de Salamanca, cargo que volvió a ejercer cuando los Nacionales de Franco retomaron esa ciudad- lo que no le impidió decir lo que había que decir, por ejemplo ante el grito de ¡ Viva la muerte, muera la inteligencia! frase lanzada por el Gral Millán Astray el filósofo le contestó con palabras que se hicieron célebres: "Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He Dicho". Unamuno prácticamente no vuelve a salir de su hogar, pero en alguna declaración de aquellos días decía: El tiempo ha pasado. He visto otros excesos, cometidos éstos por la extrema derecha, he visto otro peligro y los he denunciado al mismo Franco. Se cometen crímenes, venganzas y ejecuciones sumarias, en Valladolid por ejemplo y en los pueblos apartados donde reinan la fuerza y la arbitrariedad. El 31 de Diciembre de 1936 Unamuno moría en su casa de Salamanca. Horas antes de morir había dicho ante un falangista al que le agradeció "que no fuera a verlo con la camisa azul": "A pesar de todo, España se salvará".

George Orwell :
«EL SOLDADO ITALIANO ESTRECHO MI MANO»
George Orwell

El soldado italiano estrechó mi mano
Junto a la mesa del vigilante;
La mano fuerte y la mano sutil
Cuyas palmas son sólo capaces
De unirse allí donde suenen los cańones,
Mas ¿qué paz conocí entonces
Al contemplar su rostro golpeado,
Más puro que el de cualquier mujer?
Pues las palabras corruptas que me hacen vomitar
Aún en sus oídos eran santas,
Y él nació sabiendo lo que yo había aprendido
Lentamente a través de los libros.
Los cańones traicioneros habían contado
Un cuento que nos apresuramos ambos a creer,
Y que yo tomé justo al pie de la letra
¡Oh! ¡A quién se le habría ocurrido!
Te acompańe la suerte, soldado italiano.
Mas no es la suerte para los valientes;
¿Qué te daría a cambio el mundo?
Siempre menos de lo que tú ofreciste.
Entre la sombra y el fantasma,
Entre el blanco y el rojo,
Entre la bala y la mentira,
¿Dónde ocultarías tu cabeza?
Pues, ¿dónde está Manuel González,
Y dónde está Pedro Aguilar,
Y dónde Ramón Fenellosa?
Los gusanos saben dónde están.
Tu nombre y tus hazańas fueron olvidados
Antes de que tus huesos se secaran,
Y la mentira que te asesinó está enterrada
Bajo otra mentira más honda;

Pero lo que yo vi en tu rostro
Ningún poder podrá desvirtuar:
Ninguna bomba que haya explotado en el mundo
Podrá quebrar el espíritu cristalino.

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