Aún no creo del todo eso de que hay gente que no goza de la música
O en “idioma peatón” que la música en general no le interesa particularmente. Es algo que escuché muchas veces, pero como soy de los que transitan la otra vereda nunca pensé demasiado en ello.
Según mi criterio, la música “es el arte que acomoda el corazón”, pero más allá de esta idea (si se quiere romántica) la mismísima ciencia, mas precisamente una rama de la psiquiatría llamada Musicoterapia usa este arte para acomodar algunas piezas de la mente, no es poca cosa. Yo desconozco otra rama del arte que se use para tales efectos, aunque no soy ajeno al hecho de que manifestaciones artísticas de cierta belleza logran dar sensación de placer. Pero voy por la música. Esta existe desde antes de lo que hoy conocemos como “lenguaje hablado” y mucho más tal como lo conocemos y hablamos hoy. Habrá sido un sonido de piedras golpeadas, un tronco vaciado y percutido a golpes de palos, luego primitivos tambores, mucha percusión, seguramente sin armonías ni melodías, pero si, ritmo, el anciano deseo de la comunicación entre congéneres.
Y desde allá en una línea sin interrupciones hasta lo que denominamos “nuestros días”.
Sin entrar en cuestiones de gustos, o géneros o ritmos de la música, es de entendimiento general que la elección es siempre eminentemente subjetiva.
En este rubro rara vez alguien hace gustar a otro de sonidos que no le producen ninguna sensación.
Los gustos se descubren solo
Algo personal.
La ópera es el tipo de obra musical que menos he escuchado en mi vida, desconozco casi todo al respecto, pero hace algún tiempo escuchando un casete (formato para escuchar música en franca desaparición) con la música de la película Philadelphia y en una de sus canciones una cantante me impresiona de tal manera que llamo a mi esposa y le digo: “Escuchá esto” reconoce lo increíble que es y vuelvo sobre ese tema dos o tres veces más, era María Callas cantando “ la Mamma é morta” de la ópera Andrea Chénier , por supuesto que no desconocía quien era María Callas pero no me había interesado escucharla justamente por lo que decía mas arriba sobre mi desinterés por la ópera. Ahora al menos tengo un par de discos con su voz –absolutamente increíble- cantando arias de ópera.
Y cuanto no habré descubierto todavía
Este es el sentido, el que te produzca ese golpe de adrenalina que te emociona, que te vuelve a hacer desear escuchar de nuevo.
Pero, peatonamente hablando “hay que tener los oídos abiertos y por ende, la cabeza”.
¿Te imaginás un mundo sin la música? Inimaginable, impensable.
¿Solo el murmullo humano?
¿Solo el traqueteo de los medios de transporte?
¿Solo el bochinche de los medios de comunicación –sin música por supuesto-?
No y no.
Desde una cuerda de alambre frotada por un campesino analfabeto en algún desiertode África hasta Yo Yo Ma y su violoncello, no se puede prescindir de la más alta expresión del arte –según quien esto escribe- que creó el hombre.
El “Canon” de Pachelbel, “Con su blanca palidez” por Procol Harum,”Contrucción” de Chico Buarque, el 2º Movimiento de la Séptima sinfonía de Beethoven, “Strawberry Fields Forever” de The Beatles, cualquier versión de “Los Mareados” de Cobián y Cadícamo, los blues del negro Robert Johnson y los del blanco John Mayall, la música del Altiplano, la música de México, la de Cuba, el Joropo venezolano, la verdadera cumbia de Colombia, Jacques Brel, Miles Davis, Charlie Mingus, los ritmos del África y del Medio Oriente, el Chango Spasiuk y Los Trovadores.Sólo cuatro gotas en ese fantástico océano de nota, pentagrama y también silencios.
Mire, si usted conoce a alguien que la música le pasa por un costado como si rozara el brazo de cualquiera en la peatonal un sábado a media mañana, sugiérale una apurada visita al otorrino de confianza.
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